Concurso literario «Cambiando el cuento»

publicado en: Lengua Castellana y Literatura | 0

Primer premio

Ana Serrano 2ºA

Érase una vez, hace mucho tiempo, un cuento diferente a otro. Un cuento, en el que nuestra protagonista se dio cuenta de lo que era capaz de hacer.

Era un día normal de verano. El sol brillaba en el inmenso cielo azul, acompañado por algunas nubes y el canto de los pájaros. Allí, bajo uno de los inmensos árboles, estaba Alicia. Una chica de pelo rubio y rizado, con un vestido azul cielo y con una gran imaginación. Pero ni con toda esa imaginación podría haber llegado a imaginar lo que aquella tarde sucedería.


Alicia jugaba con sus muñecas en el jardín, hasta que su reunión de té fue interrumpida por un pequeño conejo blanco, de traje elegante y con un reloj de bolsillo.
-¡Hola Alicia!- gritó el conejo desde la distancia mientras se acercaba dando saltitos – Debes acompañarme al lugar de donde vengo. ¡Rápido! El tiempo se acaba.
-dijo mientras señalaba su reloj y se marchaba.


-¡Hola Alicia!- gritó el conejo desde la distancia mientras se acercaba dando saltitos – Debes acompañarme al lugar de donde vengo. ¡Rápido! El tiempo se acaba.
-dijo mientras señalaba su reloj y se marchaba.


-¡Hola Alicia!- gritó el conejo desde la distancia mientras se acercaba dando saltitos – Debes acompañarme al lugar de donde vengo. ¡Rápido! El tiempo se acaba.
-dijo mientras señalaba su reloj y se marchaba.

Alicia, intrigada, decidió seguir al pequeño animal. Este, recorriendo el bosque rápidamente, entró en una madriguera, seguido por Alicia.
Tras una caída lenta y sin complicaciones, Alicia y el conejo llegaron a una sala con dos objetos. Una botella que decía «bébeme» y un pastel que decía «cómeme».
-El pastel te hará engordar y la botella adelgazar. Sirve para que las mujeres tengan un buen cuerpo dependiendo de si están muy delgadas o muy gordas.- explicó el conejo, intentando ponerla a prueba.

Entonces, Alicia miró sus brazos y sus piernas y pensó «estoy muy gorda. Si me bebo la botella, igual puedo gustarle a algún chico» y después, alargó la mano para cogerla. Pero el conejo la paró.

-¡Para! No me has dejado explicar. Con esto quiero enseñarte que no debes tomar ninguna, pues todos los cuerpos son bonitos y no deben ser cambiados, y menos por gustarle a alguien- dijo, como si le hubiese leído los pensamientos a Alicia.
Alicia comprendió lo que el conejo quería decir y siguieron con su camino. Tras atravesar una puerta y cruzar un camino de adoquines en medio de un bosque, los densos árboles se vieron interrumpidos por un pequeño claro en medio del bosque. Allí, había unos individuos sentados en la mesa.

-Alicia- comenzó el conejo. -Te presento a mis amigos. Cada uno de ellos representa una cosa importante.
-¡Hola!- comenzó una liebre que tomaba té de una taza de color morado- Yo soy la liebre de Marzo. Represento el 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer
-dijo, y volvió a concentrarse en su té-.
En la otra parte de la mesa había un gato de diferentes colores, con una gran sonrisa.
-¿Y usted? – preguntó Alicia acercándose a él-.
-¿Quién yo?- preguntó el gato, y cuando comprendió que se referían a él, se incorporó sobre su silla para comenzar a hablar- Me llaman «el gato de Cheshire, y lo mío es algo más complicado. Verás, se dice que los gatos somos animales independientes. Con esto, quiero decir que una mujer no tiene porqué depender de un hombre, sino que puede valerse por sí misma.- dicho esto, desapareció de repente.

Alicia, tras un momento de confusión, decidió dirigirse a la última persona de la mesa, sentada en el centro. Sin que Alicia tuviera que decir nada, este comenzó a hablar. -Buenas tardes, señorita- dijo el personaje, haciendo una leve reverencia mientras sujetaba su colorido sombrero
– soy el Sombrerero Loco, y represento la parte de la moda. Hago todo tipo de ropa y de todas las formas. Con esto, quiero decir que una mujer puede vestir como quiera sin que las personas la critiquen.
Alicia asintió y memorizó todo lo aprendido.
-Bueno, Alicia- interrumpió el conejo. -creo que ya estás lista- dijo.
-¿Para qué, señor conejo? -preguntó Alicia.
-Para la gran batalla-.

Tras un rato caminando, llegaron a un gran castillo de color morado, en el que les recibió una mujer con un largo vestido del mismo color del castillo.
-¡Por fin estáis aquí!- gritó la mujer -pensaba que no llegarías…oh, ¡hola! -dijo al darse cuenta de la presencia de Alicia- me presento…soy la reina Morada, reino en este mundo.

Alicia la saludó con una sonrisa. -¿Qué es todo esto? -preguntó-.
-Son los preparativos para la gran batalla- respondió la reina- Mi hermano, el Rey Rojo, quiere eliminar nuestra ley feminista de nuestro mundo, y debemos enfrentarnos a él. ¿Nos ayudarás?-
Alicia asintió, y fueron a prepararse para la gran batalla. Armaduras, caballos y un ejército de cartas muy extrañas, eran algunas de las cosas que debían llevar. No parecía una verdadera batalla, pues no veía apenas armas. Tras una batalla que al principio parecía violenta y que resultó ser pacífica por parte de la reina, esta finalizó con la victoria de la reina.
Alicia se despidió de todos y el conejo la acompañó a la puerta por la que habían entrado.

-Ya sabes cómo subir- le dijo el conejo- y recuerda. El género no determina lo que somos- y dicho esto, cerró la puerta tras de sí. Alicia subió por la madriguera y, al salir, sintió que todo había sido un sueño. Pero no, todo había sido real, igual que lo que había aprendido.
En los siguientes días, Alicia estuvo contando todo lo que había aprendido a su familia y compañeros, y consiguió empezar una lucha por los derechos de las mujeres. Que esperemos que, algún día, finalice con la victoria.

Ana Serrano 2ºA


Segundo premio

Yanira Campos Luque 1ºA

Había una vez una mujer llamada Rapunzel, que vivía sola en una pequeña casa, a las afueras del pueblo, con un pequeño huerto donde cultivaba plantas que vendía en el mercado. La chica era muy bella, pero lo que más destacaba de su apariencia era su larguísima y brillante melena rubia.

Un día, Rapunzel salió a pasear por el campo como de costumbre, pero esta vez, mientras caminaba, vio a un chico que le sonrió al cruzarse. Al día siguiente volvieron a coincidir y esta vez el chico se atrevió a saludarla. Día tras día se veían, comenzaron a hablar y poco a poco Rapunzel se fue enamorando. A lo largo de los meses llegaron
a tener más confianza y terminaron por ser pareja. Él le prometió la felicidad en lo alto de una torre abandonada donde solían contemplar la luna y las estrellas. Allí, una noche, le pidió que se casara con él y ella aceptó llena de ilusión.

Al poco tiempo de casarse, el chico empezó a cambiar. Al principio comenzó a hablarle mal cuando estaba enfadado, luego no le gustaba como se peinaba ni como se vestía. Al final le prohibió que fuera al mercado a vender sus plantas. Cuando Rapunzel se negó a sus exigencias, el chico la encerró en el torreón y antes de abandonarla le cortó su preciosa melena.

Tras pasar varios días encerrada, Rapunzel pensó que iba a morir de hambre. De pronto vio por la ventana de la torre a una chica a la que pidió ayuda. La chica le dijo que volvería para ayudarla y regresó con unas cuerdas que le lanzó a Rapunzel para que las atara y poder descender por ellas y escapar. Y así lo hizo.

Una vez a salvo, en casa de la chica, le contó a Rapunzel que comprendía todo lo que había pasado y como debía sentirse, ella también había sufrido maltrato. Y le aconsejó que debían hacer. Así que fueron juntas a las autoridades y denunciaron al marido de Rapunzel, que fue encarcelado.

Rapunzel volvió a dejarse crecer su larguísima y brillante melena y, para que nadie más tuviera que pasar por la misma situación que ella y su amiga, decidieron ayudar a todas las personas que sufrieran violencia de género.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado, espero que os haya gustado y ojalá la igualdad reine en el mundo.

Yanira Campos Luque 1ºA